Cosas que me pasan mientras canto canciones de Los Pecos con la mente.

Pues estaba yo pensando en mis cosas, escuchando Los Pecos y mirando en qué parada debía bajarme del bus, porque a veces estoy en mi mundo y cuando me doy cuenta estoy volviendo a mi casa (mi cara en esos momentos es épica). Había quedado con Jorge, un amigo mío (muy majo, por cierto, y escribe sin faltas, eso está bien) en el centro. Es hora de hacer un inciso: a principios de enero me hice un pendiente (en la oreja, sí, porque todo el mundo me preguntaba que dónde y me daban ganas de contestar que en el pene codo). Bueno, volviendo al tema, me iba a compar el pendiente que yo quería para quitarme el medicinal. Una vez me lo compro, mis ganas de ponérmelo aumentan por cada hamburguesa que Falete se come en su casa. Se estaba haciendo de noche. De hecho, pestañeé y ya lo era. Entramos a tomar algo a un bar. Intenté quitarme el medicinal pero soy tan retrasado que se quita tirando y yo no paraba de darle vueltas. Después de muchos, muchos, muchos intentos, me lo conseguí quitar. Ya estábamos en la plaza del Pilar, hablando y mirando cómo los hipsters paseaban con sus bicis y skates, entonces decido entrar a otro bar para ponerme el nuevo en el baño.

He de decir que es este pendiente, hay que quitar una bola para meterlo en el agujero y luego volverla a poner. Os lo explico porque hay gente que piensa que se mete la bola por la oreja, y no.
Total, entro a un bar con 4 abuelos mirando a la tele y al abrir la puerta los señores me miran intimidándome, como si no pudiera entrar en "su terreno". Pregunto en la barra si puedo usar el baño y el camarero asiente. Voy al baño y si tumbamos a Chiqui en ese suelo se da con el rodapié en la cabeza. Era enanísimo. El típico baño en el que no podría mear Nacho Vidal. Entonces me puse, como pude, delante del espejo, cogí el pendiente nuevo y empecé a intentar meterlo por el agujero. La bolita se me cayó, en ese metro cuadrado sería fácil encontrarla. Pero en ese momento entró un señor. Un señor muy mayor, con manchas en la cara y manos grandes. No sabía hablar o sabía hacer que no sabía hablar muy bien. Me miró, le miré y triunfó el amor me justifiqué. "Se me ha caido la bolita del pendiente. Sé que está en la papelera". Él, con gestos y sonidos me dijo que la volcara, yo le hice caso, no vaya a ser que me mate con esas manos en las que se podían hacer las olimpiadas.
Entonces encontré la bolita. El señor, llamémosle Paco, me dijo que no cabía. Espero que sea la primera y última vez que un señor mayor me dice esas cosas. Dejé de intentar ponérmelo, era imposible. "Eeh auooi haieaj lohaay", dijo Paco. Yo lo interpreté por un "¿quieres rabo?" y salí corriendo. Le conté a Jorge lo ocurrido y estaba triste porque no podía ponerme el pendiente. He de decir que soy muy aprensivo y a la mínima que intentaba ponérmelo me flojeaban las piernas y me mareaba, hay que quererme así.

Cuando llegué a casa me lo puso mi madre, pero había un problema: el agujero era más pequeño que la barra del pendiente. DRAMA. ¿Os he dicho ya que soy muy aprensivo? Pues imaginadme sentado en el váter y mi madre metiéndome el pendiente. Dolía. Se podría decir que tengo una dilata de... ¿1 milímetro? No sé. Ya ha pasado un mes desde que me ocurrió esto. De hecho, este texto lo empecé a escribir la semana de después pero lo voy dejando y pasa lo que pasa. Tengo por ahí más borradores. A ver si escribo más regularmente, que en teoría, es esto lo que me va a dar de comer.

Me despido citando a Mario Vaquerizo, filósofo del siglo XXI: "No pasa nada por el sol... Vamos por la sombra, no vaya a ser que hagamos la fotosíntesis." Lo peor es que lo decía en serio. Me cae bien este señor, ya hablaré de él otro día.

Abrazos. Fuertes.